La idea de la reencarnación consiste en creer que existe el cuerpo y el espíritu. El espíritu, en este pensamiento, es una entidad que va evolucionando progresivamente a través de miles de años, pasando por diferentes estados de desarrollo, encarnándose en diferentes cuerpos. Los espíritus van ascendiendo de rango, de conciencia, a través de una rueda representada por el "karma-darma". El "karma-darma", conocido como ley de causa-efecto. A toda causa corresponde un efecto. En una vida se puede acumular "karma" (acciones sobre las cuales recaerá un efecto negativo) y "darma" (acciones cuyo efecto es positivo). De tal manera que, por ejemplo, personas que obraron maléficamente en la humanidad reencarnarían en un ser deforme, miserable o con grave retraso mental por una gran cantidad de vidas; pero una persona compasiva y que busca la paz, ya no acumula "karma", sino "darma". Las diferentes vidas son concebidas como una especie de grados en el largo camino que debe llevar como culminación a la "iluminación". Un orden eterno y universal, una entidad cósmica abstracta como una fuente de luz o magnetismo de amor, sería el principio de esa ley del karma-darma. Ley implementada desde tiempo inmemorial y en la cual no interviene un juicio, sino una cadena de avances y retrocesos. Las sucesivas reencarnaciones de un ser serían algo parecido al juego de serpientes y escaleras, sólo que no se avanza por el azar de los dados, sino conforme a una disciplina física y conductas dadivosas y pacíficas. El que buscó la paz y la compasión, que hacía meditación y ciertos ejercicios físicos, avanza; el malhechor, retrocede...