Érase un hombre que amaba sin esperanza. Se había encerrado por entero dentro de sí e imaginaba irse consumiendo en la llama de su amor. El mundo desapareció para él. No veía el cielo azul ni el bosque verde; no oía el murmurio del arroyo ni los sones del arpa; todo en derredor suyo se había desvanecido, dejándolo de tal suerte, que prefirió consumirse y morir en su hoguera antes que renunciar a la poseción de aquella mujer. Y entonces sintió que su amor devoraba todo lo que en él había distinto, se hacía poderoso e imponía a la amada lejana su imperiosa atracción, haciéndola acudir a su lado. Pero cuando abrió los brazos para recibirla en ellos, la advirtió transformada, y vio y sintió, sobrecogido, que había atraído a sí todo el mundo perdido. Estaba allí, ante él y se le daba por entero; cielo, bosque y arroyo volvían a él con nuevos colores, llenos de vida y de luz, le pertenecían y hablaban su lenguaje. Y, en lugar de ganar tan sólo una mujer, tenía el Mundo entero en su corazón y cada una de las estrellas del cielo resplandecían en él e irradia placer por toda su alma... Había amado y amando se había encontrado a sí mismo.
Éste texto ha sido extraído del libro DEMIAN de HERMANN HESSE.
Edited by RRUIGLEZ